martes, 15 de mayo de 2007

curiosa historia nasal


Aquella secreción nasal se mantenía digna hasta en sus peores momentos. No consentía jamás que la llamaran "moco". "Moco son otros" decía, "moco son esos que prefieren adherirse a esos dedos tuneladores y abandonan nuestra nación nasal, nuestra patria respiradora". No podía ser una mucosidad más orgullosa de su origen, de su historia y de sus antepasados. Y a su vez no podía soportar ingerencias e intromisiones ajenas en esa nariz suya, en la que habitaba con su pueblo mucoso.

Y sucedió, con el infortunio que el azar sólo depara a grandes héroes y a grandísimos fracasados, que nuestra querida pequeña secreción fue esnifada con excesivo ímpetu. Y viéndose arrancada

de aquel pelillo salvador al que se aferraba, se dispuso a morir, ¡quién sabe dónde!

Tras las turbulencias, los golpes y los rebotes que su gelatinosa adherencia no pudo evitar, se encontró en un mullido y placentero lecho. Tardó aún unos minutos en descubrir que se encontraba en la peligrosa masa encefálica. El pánico le invadió y trató de huir... pero ¿a dónde? Estaba encerrado. Perdido. Fuera de su lugar. En peligro.

Su dignidad vital se había convertido en un vergonzante terror. Se sentía vulgar y extraño, y no era capaz de percibir el bellísimo universo de destellos eléctricos que, a sus pies, una complejísima autovía nerviosa le brindaba. Sólo pensaba en dónde ya no estaba. En los pelillos que le hacían de hogar. En los capilares que adornaban su paraíso. En como allí él era una noble secreción nasal, y aquí era sólo un moco... ¡un moco! Ahora esas tuneladoras-dedo se veían como un soñado mal menor al que le gustaría aferrarse.

Tras unos minutos, quizás horas, empezó a dudar del peligro que presentía. ¿Era posible que, él, no hubiera sido inmediatamente atacado por los "quién sabe cuan bárbaros" del lugar? La idea de encontrarse en un lugar virgen, desconocido, hizo desaparecer el miedo. "He descubierto un nuevo mundo...". La idea y la emoción golpeaban en su pecho como una marcha de percusión que aumenta poco a poco la intensidad y el ritmo. "Me recordarán... me dedicarán una glándula olfativa... ¡me harán Rey!" No podía creerlo ¡iba a ser grandioso! Sólo tenía que encontrar el camino de vuelta y dar a conocer la buena nueva.

Tras una peregrinación (que sin duda sus biógrafos titularían Éxodo) que pareció durar años, volvió y trató de contar su viaje y esperar la fama. Pero el resto de secreciones nasales, incluso las más dignas (como él), lo recibieron como un moco, como un desterrado, como un huído. Le llamaron traidor, le ignoraron y le condenaron a vivir en el abismo más próximo al orificio nasal, allí donde eran más las mucosidades que morían que las que vivían (desprendidas, estornudadas o dedo-extraídas).

Ensimismado no entendió y se preguntó si acaso (como había creído él) eran más importantes las naciones que sus habitantes. Si acaso conocer, descubrir, viajar y ser de otro lado podía ser tan peligroso y despreciable. Si querer seguir tu camino y no compartir las tradiciones y lo esperado era un delito tan grave. Sintiendo en sus carnes la xenofobia y lo perverso de la defensa de la puridad de la raza a la que tanto había apoyado, comprendió que había estado muy equivocado... E inundado por el desconsuelo y el sentimiento de culpa, se abandonó al primer dedo que le prometió un mundo nuevo. No sabía si mejor, pero sí distinto.

Una nueva historia comenzaba: "Érase un moco viajero..."

No hay comentarios: