miércoles, 4 de julio de 2007

El combate sobre el estado de la Nación

El Debate sobre el estado de la Náción es, de los de esta legislatura, el que menos interés me ha suscitado. La previsibilidad de lo que finalmente se dijo es la razón principal. Aun así, existen detalles que me han llamado la atención sobre el guión que imaginé.


En primer lugar esa ayuda de 2500€ sacada de la chistera de Zapatero. No digo que esta ayuda fuera expresamente prevista para el debate, pero me parece evidente que ZP pretendía sumarse un punto en el debate y crear un foco de atención distinto al propio debate. Y lo consiguió: hoy, el día siguiente, se le ha dedicado, cuando menos, la mitad del tiempo de discusión en las tertulias y corrillos políticos. Esta estrategia del Presidente no deja de ser una manipulación y un manejo de los tiempos en su favor. Hoy tocaba debatir sobre política general y sobre cuestiones generales (sobre el estado del Gobierno, la marcha general del país, incluso sobre el poder de la oposición) y no sobre una medida de fomento de la natalidad. Excelente táctica la de ZP, pero discutible honradez. No deberíamos dejar que el líder del ejecutivo nos engatusase con tanta facilidad con sus trucos, palabras bonitas y ases en la manga, ya se ha visto en demasiadas ocasiones que es virtud de este Gobierno no hablar de lo que toca para hablar de lo que interesa. Malo si permitimos este tipo de maniobras.


En segundo lugar me sorprendio la dureza del debate y tuve la sensación de que, en muchos momentos, la crítica política se entremezclaba con los ataques personales. Rajoy rompió el espíritu algo más moderado que ha exibido desde su reunión con Zapatero en la Moncloa. Acusó al Presidente de carecer de la talla incluso para ser subsecretario y centró el debate en el tema que creíamos (por lo menos un poquito) consensuado: el terrorismo. La exigencia del líder de la oposición, y única vía para dar credibilidad a que el Presidente no cedió ante ETA, fue que éste enseñase las actas de las reuniones con la banda terrorista, sólo así podría acreditar su inocencia. Zapatero replicó con una dureza inusual. El optimista antropológico sacó la verdadera personalidad que se le intuye pero que no muestra y arremetió contra Rajoy. Le espetó el "logro" de haber llevado a su partido de la mayoría absoluta a la oposición e ironizó con que hayan dejado de hablar de que "España se rompe, no vaya a ser que necesiten el voto nacionalista". Además acusó al líder popular de no tener más argumento político contra el Gobierno que ETA, un "tristísimo balance" según Zapatero.


Y en tercer lugar no me esperaba una victoria tan clara en el debate de ayer de ZP. He de decir que hablar de "victoria" en un debate me resulta absurdo. En un debate en el que se pretende discutir sobre la marcha de la política nacional, se ha terminado por poner toda la atención en qué político ha sido más elocuente, más irónico o ha disparado mejor a las emociones de los ciudadanos (con esto, de nuevo, les ponemos el camino muy fácil a los políticos).


Pero resulta que Zapatero ganó, y ganó porque un político necesita transmitir firmeza, y, por primera vez en mucho tiempo, la tuvo. Y Rajoy perdió porque el Apocalipsis termina por ser cansino, y, si España no se ha hundido ya, debería haber actualizado el discurso.


Es cierto que Zapatero se ha jugado a una carta su legislatura. Pagado el peaje del pacto con ERC en forma de Estatuto, la tregua fue el único proyecto sobre la mesa. Y la tregua ha fracasado con errores evidentes por parte del Gobierno, algunos tan sangrantes como la excarcelación de De Juana, otros tan incomprensibles como mantener las negociaciones sin el cese de la violencia y, el más grave, no haber comprendido (ni haber hecho ni siquiera un mínimo acercamiento) la postura de millones de ciudadanos que no entendían ni compartían este cúmulo de hechos. En contra de lo que se dice, dudo mucho que la tregua hubiera otorgado a Zapatero años y años de mandatos. Es más, creo los grandes logros provocan grandes desgastes, incluso a corto plazo (véase a Adolfo Suárez). Pero el Presidente no ha debido creerlo así, y ha exprimido las posibilidades de terminar con ETA por medio del diálogo, convirtiéndose durante meses en el único que mantenía esperanzas en ese fallido proceso.


Rajoy también ha apostado a una carta su oposición: el terrorismo. Y, si bien la agenda política la marca principalmente el Gobierno, el líder popular ha depositado todas sus esperanzas en que sería la política antiterrorista la que derribaría al ejecutivo socialista. Y en este empeño le ha ido tanto su vida política que ha lanzado acusaciones a Zapatero más allá de sus errores reales (adentrándose en la mentira), se ha olvidado de hablar de otras cuestiones muy relevantes y ha entrado en una deriva de crispación interminable que está minando muy mucho su credibilidad. Y cuando parecía que tendía la mano al noqueado Zapatero en política antiterrorista, retoma las críticas voraces sin valorar cuánto le puede perjudicar la imagen de político radical.


En resumen, el debate ha reflejado fielmente lo que ha sido la legislatura, y abre extraoficialmente la campaña electoral (si es que alguna vez, desde del 11M ha estado cerrada).


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