En relación con el monotema del terrorismo se ha dado la vuelta a varios conceptos públicos y/o a su significado. Uno de ellos es el diálogo, que ha perdido ese fondo positivo y ahora navega entre dos aguas, en la que si lo entiendes como algo positivo eres de "unos" y si crees que no es un buen medio eres de "otros". Otros conceptos trastornados por la politización son los de paz y libertad. La defensa de uno u otro parece que se ha convertido en algo excluyente, y el creer en uno o en otro se te otorga un carácter político determinado y enfrentado con el opositor. Por último señalaré el de unidad, que es el que centrará este comentario.
¿Es necesaria la unidad?
Ante todo, ante una situación de no-unidad evidente, y parece que dificilmente salvable, me pregunto ¿es necesaria realmente esta unidad en la lucha contra el terrorismo? ¿es perjudicial el desacuerdo en política antiterrorista? Simplemente observando el panorama actual la desunión me permite percibir dos consecuencias evidentes.
La primera, y enfocada hacia los que sufren la lacra del terror, es la división en la ciudadanía. El arrojo de acusaciones y reproches mutuos en esta materia no es equiparable a un desacuerdo, por ejemplo, en política fiscal. Es evidente, lo que está en juego es de una entidad superior: la libertad de la ciudadanía, la aceptación de la violencia como medio de acción política, el sufrimiento de la ciudadanía, la puesta en peligro de valores aceptados e incluso votados democáticamente, etc. La falta de una política y una firmeza común puede llevar al debate político (teniendo en cuenta, además, cómo se debate en España) un asunto en el que los valores no deberían estar en discusión. Y es que, como hemos visto, discutir la política antiterrorista que protagoniza el Gobierno conlleva acusarle de no defender esos valores infranqueables de los que hablaba. Y por otro lado, prescindir de la oposición en esta materia, implica prescindir de una parte de los representantes de la ciudadanía en un asunto tan grave como es la defensa del Estado y de los valores, materias que deben sustentarse en un amplísimo consenso. Así, en la última tregua, se ha discutido profunda y descarnadamente qué hacer con el terrorismo. De un lado parecía que acabar con el dolor y la paz era un objetivo noble, por el que merecía la pena apostar, sentándose a dialogar con quien aún no había desempuñado su arma. De otro, el Estado debía permanecer impasible ante cualquier puerta a la paz, y su única actitud debería ser perseguir y encarcelar, sin ofrecer ninguna oportunidad de facilitar, ni mínimamente, la salida de las actuaciones terroristas y reforzando posiciones democrático-participativas.
La segunda va dirigida a los propios terroristas, y es el poder desestabilizador de cada actuación suya. Ante una sociedad que no es capaz de actuar en bloque y que recibe cada golpe como un arma arrojadiza contra el otro (y no contra la banda terrorista), la responsabilidad y la culpa de los atentados ya no apunta directa y ferozmente contra sus autores. Si la forma de actuación ante el terrorismo es discutida, se tiende, como hemos comprobado, a culpar a la acción política previa de haber podido evitar el atentado, o, incluso peor, de haberlo alentado. El poder diabólicamente mediático y destructor del terrorismo se multiplica si la sociedad no sabe encajarlo con sobriedad.
Por ello creo que es lógico concluir que la unidad es más que conveniente para afrontar con frialdad y combatir eficazmente el peligro que representa la sinrazón terrorista.
Entonces, ¿por qué no la hay?
Ahora bien, si todos concluimos que la unidad es necesaria, ¿por qué no existe unidad política hoy en día? Pretendo huir de argumentos fáciles como que el PP sólo pretende ganar votos, por eso no se suma al PSOE (aunque no dudo que detrás de la actuación de los partidos siempre, siempre hay un trasfondo electoralista), o el argumento contrario, que a una política de cesión al chantaje que ha llevado el PSOE, el PP no podía hacer más que enfrentarse y gracias a él se han frenado los desmanes socialistas. Ambos tienen algo de razón, pero creo que es emplear un reduccionismo insuficiente.
Entiendo que existe un error mutuo cuando PP y PSOE invocan la unidad. El PP incide en la unidad como medio, y el PSOE pone el énfasis en la unidad como fin. Y lo cierto es que la unidad debe ser un medio, y debe ser un fin. Me explico.
El PP alza la voz contra los socialistas porque éstos han roto la unidad y el consenso contra el terrorismo. Es cierto, pero a medias. El PSOE ha roto la unidad como medio, es decir, como actuación contra el terrorismo. Pensó que podía acometer la empresa de acabar con ETA prescindiendo del PP y de la gran parte de la población a la que representa. Quebró el pacto antiterrorista, es cierto que por un fin superior, pero lo abandonó. Zapatero dejó de contar con Rajoy a la hora de dictar su política antiterrorista, y, ciertamente, llegó a parecer que le preocupaba más entenderse con Batasuna que con el PP. Malo, no hay gran empresa nacional que pueda llevarse a cabo prescindiendo de la mitad de la población o, peor, con esa mitad en contra. Y un PP sumado al proceso lo habría fortalecido (al proceso) y hubiera sido mucho más útil para el fin último perseguido, y el Gobierno y el Presidente no han sabido ni han querido sumarlo al consenso hasta demasiado tarde. Me atrevo a afirmar que el fin del terrorismo se convirtió en el proyecto electoral más fuerte de Zapatero.
Y el PSOE (y el Gobierno) clama contra la falta de unidad con el PP como fin. Los socialistas ponen el énfasis en la otra cara de la undiad, la unidad final, la de evitar discrepar en público y atacarse y acusarse por el terrorismo y la necesidad de permanecer unidos para fortalecer las políticas que lleva a cabo el Gobierno en estas cuestiones, tanto de cara a los terroristas como de cara a la ciudadanía. Y aquí es innegable la irresponsabilidad del PP. Ha renunciado absolutamente a permanecer junto al Gobierno ni siquiera cuando la situación lo requería, ha deslegitimado y puesto en cuestión la competencia que en materia antiterrorista del Gobierno y ha exigido que ésta se adaptara a su posición. Nadie exige al PP que comulgue con las decisiones que toma el ejecutivo en esta materia, pero sí que, cuanto menos, sea leal y que la discrepancia no se convierta en una crítica asesina, mentirosa y de corta memoria. Y en este caso digo con toda seguridad que el PP ha construido su asalto a las elecciones del año qeu viene en torno fracaso del proceso que inició ZP.
Es necesario actuar y estar unidos
Es absolutamente necesario una actuación conjunta y apoyada en el consenso y la lealtad y una superación de los fines partidistas por un fin superior, el del Estado (que al fin y al cabo es el de sus ciudadanos) y sus valores. De lo contario el terrorismo y sus perversos efectos penetrarán por las grietas que esta discordia abre en las entrañas del modelo que hemos decidido darnos y de los principios necesarios que lo rigen. La ciudadanía debe convencerse de que no hay violencia que pueda quebrar lo que dicten las urnas, que no hay amenaza que cambiará el modelo que votó en el 78, y que el Estado evolucionará, por supuesto, pero no ha golpe de disparos. Y este no es el mensaje que trasmite la clase política. No dejemos que cale entre la ciudadanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario